Como
les platiqué ayer, la programación del viaje de ida y vuelta al nacimiento de
Diego se cumplió. No tan exacto como se había planeado.
Gracias
a La Consen hoy orgullosa madre abnegada de Regis y Diego, mi Chiquita entró en
razón y no nos fuimos a las tres de la mañana. La Consen, con voz de altísima
preocupación y mucho sueño, solo preguntó, después de leer el blog de ayer: ¿De
verdad se van a venir a las 3:00 A.M.?
Yo
solo supongo las preocupaciones que se arremolinaron en su mente: “Yo a punto
de parir y le voy a tener que preparar una sopita de médula al concuño Conocedor
y a las 4:00 de la mañana” o También pudo pensar: “Estos orates quieren llegar
primero, seguro quieren entrar al parto y eso no se va a poder” o finalmente “A esa hora, que visiten a mi suegra”
(Compartida con su Conocedor por cierto).
Lo
que si pasó con mi entera insatisfacción, fue la falta de quesadillas en Tres Marías.
Ni el café frío nos llevamos.
Les
platico, a las 6:30 AM en puntito, mi Chiquita estaba lista, vestida y
maquillada mientras el resto de la familia roncaba plácidamente. TODOS (en
esos todos incluyo a la Lila que roncaba también) nos despertamos con el
corazón acelerado al escuchar tremendo berrido: “!Ya vístanse que ya nos vamos!”.
Tal fue la prisa en ponerme mis pantaloncitos (me bañé no crean que solo los
sábados me toca) que me los puse como gorra para Maléfica y hubiera cubierto
sus cuernitos perfectamente de mezclilla. Me puse un calcetín de cada color
para hacer juego con mis tenis tipo aventurero y una chamarrita como para el
Polo Norte. Dejé mi bikini, porqué con las prisas ni me acordé.
Salimos
raudos, pero medio dormidos rumbo al sur de la ciudad de México, la salida a la
carretera parecía reflejo retardado de alguna súper manifestación, íbamos como
a 1.76 kilómetros por hora. Durante el
trayecto, todos nos fuimos despertando y el nervio ya arreciaba. Mi suegrita
que está rete pendiente de Mi Chiquita en todo momento, nos llamó para
preguntarnos: “¿Dónde andan? ¿Por qué no me hablas?”
Una
vez arribado al nosocomio (parezco periodista de la nota roja) le Consen ya
estaba a punto de turrón, con cara de “o me quitan este bodoque o voy a
asesinar a alguien”. Ante esa mirada, yo solo atiné a retirarme un poquito de
las manitas de mi concuña.
Eddy
cual padre abnegado, traía una cara de congoja que no podía con ella, además le
dieron un trajecito como de prisionero de guerra para que pudiera entrar al tan
esperado parto.
Llegó
la Doctora, dio instrucciones, nos sacó a todos los metiches de aquel cuarto
sobrepoblado de parientes e indicó que en unos minutos más empezaría la faena.
Cabe aclarar que además de la muchedumbre compuesta por mi familia y mi familia
política, también estaba la muchedumbre de la familia política de mi cuñado (mi
familiar político) compuesta por Meche, la otra orgullosa abuela, Mariel, la
gemela de la Consen y Memito el hermanito de las gemelas, que es un monote como
de 1.80 m y 90 kg de peso…. Urge que ya le digan Memo de perdis.
Total,
se llevaron a la Consen al quirófano, Eddy vestido de prisionero se le pegó y
desaparecieron tras la puerta mientras todas las damiselas de la familia los
despedían como si se fueran a Shanghái durante unos 32 años, hubo hasta llanto.
Acá
su seguro Conocedor, se había mantenido al margen de tanto arrumaco, abrazo,
apapache e intercambio de calores corporales, pero ya tenía hambrita…. Alguna
voz sabia por ahí dijo: “Vamos a la cafetería”
Esa era la primera buena idea que había yo escuchado desde que llegamos
al hospital y que me arranco con rumbo a mis sagrados alimentos matinales.
Después
de zamparme unos chilaquiles con huevos estrellados y ya más relajados, inició el
despliegue de fuerzas interceptoras de bebé. Se dividen para copar toda puerta
posible de escape del quirófano, las guardias hacen rondas y hay movimientos
sospechosos por todo el hospital cortesía de las muchas muchedumbres que
teníamos copado el sanatorio. Viene el siguiente acelere de corazón, mientras
Mi Chiquita comadrea vía telefónica con Bere, su comadre Cuernavaqueña, se escucha
otro berrido: ”¡Ahí está Eddy con el bebé!”
Hagan
de cuenta que sonó la alarma sísmica o las sirenas de los granaderos, un
corredero de parientes hacia la habitación, que parecían anarquistas en Reforma,
destrozando todo a su paso. Tanta guardia montada en cada vía de escape y se les
escapó el cuñado con todo y Diego por una salida secreta. Ya se imaginarán, el
nuevo enanete, parecía celebridad en la alfombra roja, flashazos a diestra y
siniestra, el pobre no tenía ni 15 minutos en este mundo y ya le habían tomado
su selfie. Si yo hubiera sido él, hubiera salido corriendo aterrado ante una
multitud rugiente parecida la Rebel de los Pumas, después de perder con mis Águilas.
Después
de como media hora de fotos y “pásamelo que lo quiero cargar”, llegó la Consen
en calidad de trapo de cantina pero muy sonriente, yo acomedido que soy, me
retire de la multitud para que pudiera agarrar tantito aire.
Vinieron
Bere y Claudia a felicitar a los papás y a conocer al nuevo bebé, por cierto ya
viene una nueva enaneta de parte de Bere y espero que su bienvenida sea igual
de ajetreada que esta.
Pues
así fue, nació Diego al que su bola de parientes le dieron la bienvenida, Eddy
quedó muy tranquilo y orgulloso de su retoño, que se me hace se va a parecer al
Abu. La Consen, medio traqueteada pero también muy sonriente, quedó reposando
hasta nuevo aviso con el nuevo integrante de este equipo de locos llamado familia
en sus brazos.
Ya
nada más para terminar, nos fuimos a buscar el auto al estacionamiento y ¡Oh
Sorpresa! De la cajuela del coche de Memito, salían palomas (no crean que aves)
Tequila con refresco de toronja, tanto Memito, Mariel, el Abu, mi suegrita y
creo que hasta el encargado del estacionamiento ya brindaban por la salud de
Diego.
Diego,
acá tu tío Conocedor te advierte que viniste a dar a una familia bastante
pachanguera, medio loca y muy querendona. Te va a ir bien.
Pero
no se te olvide que me debes unas quesadillas en Tres Marías.
¡Vive!
¡Disfruta! ¡Comparte!
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