Cuando
suena el despertador, léase mi Smart Phone, sientes que los bomberos están muy
cerca de tu oreja y te dan ganas de mentarles su mamacita aunque ni exsistan.
Por
más voluntad que pongo, mi cama me abraza y clarito escucho que me dice: “nooooo te vaaaaayas, estamos calientiiiiiitos
y bien abrazaaaaados, no me dejes aquiiiiií sin tiiiiiii”. Como sé que me debo levantar, pues me levanto para 2 segundos después volver a acostarme aunque sea por otros 15 segundos.
Después de varios intentos y ya pasaron un par de minutos, pues ahora sí me levanto.
Te
da como el vértigo, sientes que la cabeza da vueltas como la de Linda Blair
pero sin vómito verde. La sensación de desequilibrio debía ser motivo suficiente
para acostarte otra vez, pero el deber llama.
El
siguiente y muy difícil paso es caminar hacia el baño sin tener un choque
contra alguna pared en el camino.
Una
vez en el baño, hay que abrir el agua en la regadera. Como soy ecológico, me
meto con el agua todavía fría, no sé para qué, porque me paro en la orillita de
la regadera hasta que se caliente y voy tanteando metiendo mi piecito al chorro
de agua. Ya con el agua tibia, empiezan mis ejercicios de despierte: lo primero
es respirar agua…… así es, respirar agua y no piensen que soy anfibio. Solo me
limpio mi naricita y toso cual foca agripada, pero de que se limpia se limpia. Luego
sigo con las abluciones limpiándome mi boquita. Va la tallada de melena con su
shampoo, luego las tatachas y partes nomás mías. Finalmente ya despierto y
medio cantando, me cepillo las patas y la espalada para terminar enjuagándome
todito.
Viene
el siguiente paso difícil: Salir de la regadera; el agüita igual que mi cama me
dice clarito. “Queedate, no te saalgaaaas”.
Si logro hacerme wey y no escuchar al agüita, me envuelvo cual Odalisca árabe
en mi toallota (la uso de playa para que no se me vaya a colar un aire). La
méndiga toallota también me susurra: “No
te vaaaaayas, estamos juntiiiitos y si te sales te va a dar friiiio”.
Como
ya estoy más despierto solo pienso: No
oigo, no oigo, soy de palo y tengo orejas de pescado.
Una
vez librado de la toallota, pues a vestirse, no es cosa de andar generando
pasiones fuera de casa.
Ya
vestido, me tomo mi leche y me voy a trabajar. Por la noche reviso que el Smart
Phone sepa que al día siguiente, a él le toca despertarme para reiniciar la
rutina matinal.
No
saben cómo amo el domingo en la mañana.
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
No hay comentarios:
Publicar un comentario