lunes, 12 de agosto de 2013

El Elevador y la Disfunción Eréctil

No tienen idea de lo que le puede pasar a uno cuando mi amigo Patricio (El Loco de la salsa en el Villamelón) anda conmigo.

Solo les voy a platicar dos anécdotas callejeras. Cosa rara, ninguna tiene que ver con algún puesto de tacos o tortería conocida por alguno de los dos.

Como uno la hace de milusos, pues que nos lanzamos a entregar unos equipos que también vendo y regresando a la oficina en el Micro, nos encontramos con un espectacular. (¿Alguien sabe por qué les dicen así a los anunciotes en la calle?)

En dicho letrerón hay un dibujo de dos monitos y el letrero amenaza de la siguiente manera:

El letrero es visto y leído por Patricio y su seguro Conocedor, casi al mismo tiempo. Cabe aclarar que somos los únicos tripulantes del Micro, que ambos somos hombres, ambos de más de 40 aunque parecemos de 22 cada uno, que los dos sabemos leer y leímos el mugre letrero.

Yo solo pensé: “Pobre Patricio, ya tiene más de 40 y yo soy el dos del letrero”

Volteé a verlo con la triste mirada del amigo que compadece el padecer sufrido por otro amigo. Mi pensamiento siguió en la tragedia de Patricio, “Que bueno que ya tiene sus retoñitos igual de tragones que él y además una es mi ahijada.” Pobre Belén (su sufrida esposa), va a tener que ir a terapia, antes de que a Patricio le urja la pastillita azul.”

Mientras mi mente divaga en tal discapacidad de mi amigote, Volteo a  verlo nuevamente y para mi sorpresa, él me está dedicando la misma mirada comprensiva del amigo preocupado ……… con pensamientos muy dudosos e inquietantes para  mí.
La siguiente llevamos a El Profesor para que haya más dudas.

Cautelosos, ninguno de los dos comentó la amenaza espectacular hasta unos 2 minutos después y nos reímos unas 2 horas seguidas comentando lo que habíamos pensado uno del otro.

Otra nos pasó entregando otro equipo, esto en elegante edificio corporativo, en el cual ingresamos por el elevador de servicio hasta el piso 18 (llevábamos una cajota y no nos dejaron subir por los elevadores para pura gente trabajadora en traje o faldita).
Todo bien: entrega, puesta en marcha y regreso.
Ahí empiezan los problemas:

Saliendo de la elegante oficina, vemos el elevador (Que también pudiera llamarse bajador o descensor) con sus puertas abiertas. Como buenos mexicanos, nos arrancamos como en estampida de caballos salvajes hacia el elevador, no sea que nos tardáramos unas 54 horas esperando el siguiente.

Ya adentro del elevador inicia una de las conversaciones más penosas que hemos compartido:
Yo: “Patricio, esta madre no tiene botones”
Patricio: Y ahora, ¿qué hacemos?
Yo: “¿Qué funcionará con voz?”
Patricio: “No sé.”
Yo: A ver, grítale.
Patricio: ¿Qué le digo?
Muy decidido, le grito: ¡Elevador, Pa bajo!

Aparentemente el elevador entendió e inició su descenso. Ambos tripulantes volteamos como viendo al OVNI hacia los numeritos que se van alumbrando indicando el piso en el que va el elevador. Cuando llegamos a PB, salimos corriendo y chocando entre ambos como en salida del Metro Pino Suarez, pero solo nosotros dos.

Hagan de  cuenta que éramos Chano y Chon, ni nos fijamos que en el piso 18 está una mesita con los botones marcando el pisos al que quieras ir, ahí mismo te indica a qué elevador deberás subirte y solito te lleva. NO LE TIENES QUE GRITAR.
Eso sí, seguro los de vigilancia que checan las camaritas, todavía se están riendo y espero que no haya sido grabado o vamos a convertirnos en video viral en You Tube .

Si algún día se encuentran con nosotros, yo les sugiero evitarnos para no correr peligro de hacer algún ridículo público.

Uno por uno somos menos mensos.
 
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!

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