Solo
les voy a platicar dos anécdotas callejeras. Cosa rara, ninguna tiene que ver
con algún puesto de tacos o tortería conocida por alguno de los dos.
Como
uno la hace de milusos, pues que nos lanzamos a entregar unos equipos que
también vendo y regresando a la oficina en el Micro, nos encontramos con un
espectacular. (¿Alguien sabe por qué les dicen así a los anunciotes en la
calle?)
En
dicho letrerón hay un dibujo de dos monitos y el letrero amenaza de la
siguiente manera:
El
letrero es visto y leído por Patricio y su seguro Conocedor, casi al mismo
tiempo. Cabe aclarar que somos los únicos tripulantes del Micro, que ambos
somos hombres, ambos de más de 40 aunque parecemos de 22 cada uno, que los dos
sabemos leer y leímos el mugre letrero.
Yo
solo pensé: “Pobre Patricio, ya tiene más de 40 y yo soy el dos del letrero”
Volteé
a verlo con la triste mirada del amigo que compadece el padecer sufrido por
otro amigo. Mi pensamiento siguió en la tragedia de Patricio, “Que bueno que ya
tiene sus retoñitos igual de tragones que él y además una es mi ahijada.” Pobre
Belén (su sufrida esposa), va a tener que ir a terapia, antes de que a Patricio
le urja la pastillita azul.”
Mientras
mi mente divaga en tal discapacidad de mi amigote, Volteo a verlo nuevamente y para mi sorpresa, él me
está dedicando la misma mirada comprensiva del amigo preocupado ……… con
pensamientos muy dudosos e inquietantes para
mí.
La
siguiente llevamos a El Profesor para que haya más dudas. Cautelosos, ninguno de los dos comentó la amenaza espectacular hasta unos 2 minutos después y nos reímos unas 2 horas seguidas comentando lo que habíamos pensado uno del otro.
Otra
nos pasó entregando otro equipo, esto en elegante edificio corporativo, en el
cual ingresamos por el elevador de servicio hasta el piso 18 (llevábamos una
cajota y no nos dejaron subir por los elevadores para pura gente trabajadora en
traje o faldita).
Todo
bien: entrega, puesta en marcha y regreso. Ahí empiezan los problemas:
Saliendo
de la elegante oficina, vemos el elevador (Que también pudiera llamarse bajador o descensor) con sus puertas
abiertas. Como buenos mexicanos, nos arrancamos como en estampida de caballos
salvajes hacia el elevador, no sea que nos tardáramos unas 54 horas esperando
el siguiente.
Ya
adentro del elevador inicia una de las conversaciones más penosas que hemos
compartido:
Yo:
“Patricio, esta madre no tiene botones”Patricio: Y ahora, ¿qué hacemos?
Yo: “¿Qué funcionará con voz?”
Patricio: “No sé.”
Yo: A ver, grítale.
Patricio: ¿Qué le digo?
Muy decidido, le grito: ¡Elevador, Pa bajo!
Aparentemente
el elevador entendió e inició su descenso. Ambos tripulantes volteamos como
viendo al OVNI hacia los numeritos que se van alumbrando indicando el piso en
el que va el elevador. Cuando llegamos a PB, salimos corriendo y chocando entre
ambos como en salida del Metro Pino Suarez, pero solo nosotros dos.
Hagan
de cuenta que éramos Chano y Chon, ni
nos fijamos que en el piso 18 está una mesita con los botones marcando el pisos
al que quieras ir, ahí mismo te indica a qué elevador deberás subirte y solito
te lleva. NO LE TIENES QUE GRITAR.
Eso
sí, seguro los de vigilancia que checan las camaritas, todavía se están riendo
y espero que no haya sido grabado o vamos a convertirnos en video viral en You
Tube .
Si
algún día se encuentran con nosotros, yo les sugiero evitarnos para no correr
peligro de hacer algún ridículo público.
Uno
por uno somos menos mensos.
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
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