Traían juguetes para armar, como camioncitos y cosas así. Los Submarinos Marinela incluían submarinos diferentes para armar.
Haciendo
memoria, con un peso te alcanzaban una bola de cosas.
¿Se
acuerdan de los chicles Motitas? A mí me gustaban el de uva y el de plátano,
además se podía hacer “bombas” con ellos a riesgo de que se te pegara en el
pelo y quedaras pelón después del regaño materno y la visita al peluquero
extirpador de chicle.
Otra
delicia eran los Kori, unos chiclosos de chocolate, que al morderlos sentías
que las muelas se quedaban en el chiclosos y tu chimuelo.
Otro
desaparecido que me encantaba era el Jamoncillo Wongs, era como el bisabuelo
del Bubulubu, pero bueno. Su jalea como de chabacano, el malvavisco suavecito y
cubierto de chocolate de verdad. Señor Wongs, no sea mala onda y sáquelos al
mercado otra vez, le aseguro al menos un cliente.
Cuando
visitabas al Doc y solamente si no llorabas, te tocaba tu paleta Charms, además
gratis.
Algunos
menores de 30 años ni idea tienen de lo que era enfrentarse a un verdadero
pirulí. De esos de colores, de caramelo medio aguado, envueltos en celofán. Ya
era un triunfo quitarles el papel y luego, se te pegaban en los dientes como
por unas 3 horas. Conforme los ibas disfrutando, se hacían más largos (mal
pensados) y llegaban a medir unos 30 cm (su tamaño original era como de 12 cm).
Si
mi cajita hubiera nacido en esa época, hubiera tenido Vaquita LUXUS, Lunetas
Duval y Carlos V pero con envoltura café.
Me
tocó el lanzamiento de los Chocorroles, con un anuncio de una bola de escuincles
de muchos países que cantaban “Choco Chocorroles pastelitos, Choco Chocorroles enrolladitos,
rica mermelada muy sabrosa, relleno cremoso que se antoja”.
Hoy
veo muchísimas golosinas (no se pueden llamar “dulces”) con chilito, entonces
solo había Miguelito en polvo y líquido para llenar la bolsa de cacahuates
japoneses y el Salím y Chilím. Si alguien se acuerda de otro, que me ilustre.
Si
fuera un chamaquillo imberbe de la actualidad, pediría veinte pesos, para ir a
comprar “agrios”. Me alcanzaría para menos cosas y me iban a dar unas agruras
como de adulto bebedor y fumador.
Seguro
mis retoños se van a acordar de “sus” dulces y van a decir que los de sus hijos
están rete feos y tienen unos nombres horribles como: Cachetadas, Escuincles,
Pelón Pelo Rico, Mangomitas, Vikingos, Taquis y así.
Como
buen tragón que se adapta a lo que haya, pues le entro a los actuales: Cookies
& Cream, a los Winnies (son como Sugus) y a otros así.
El
caso es que hoy pediría a mi Pa: Me das veinte pesos para ir por agrios al
OXXO.
¡Vive!
¡Disfruta! ¡Comparte!
Gracias por los dulces recuerdos, me vi de niña disfrutando tantas golosinas, recuerdas los lacitos!
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