miércoles, 26 de junio de 2013

¿Me das un peso para comprar dulces?

Ya llovió, pero en mi infancia así le decías a tu papá o mamá, para ir a la tienda (Ni OXXOs había) de la esquina a comprar dulces. Recuerdo que para ver al “Hombre llegar a la luna” nos compramos unos Tuinky de vainilla allá por 1969.
Traían juguetes para armar, como camioncitos y cosas así. Los Submarinos Marinela incluían submarinos diferentes para armar.

Haciendo memoria, con un peso te alcanzaban una bola de cosas.
¿Se acuerdan de los chicles Motitas? A mí me gustaban el de uva y el de plátano, además se podía hacer “bombas” con ellos a riesgo de que se te pegara en el pelo y quedaras pelón después del regaño materno y la visita al peluquero extirpador de chicle.

Otra delicia eran los Kori, unos chiclosos de chocolate, que al morderlos sentías que las muelas se quedaban en el chiclosos y tu chimuelo.

Otro desaparecido que me encantaba era el Jamoncillo Wongs, era como el bisabuelo del Bubulubu, pero bueno. Su jalea como de chabacano, el malvavisco suavecito y cubierto de chocolate de verdad. Señor Wongs, no sea mala onda y sáquelos al mercado otra vez, le aseguro al menos un cliente.

Cuando visitabas al Doc y solamente si no llorabas, te tocaba tu paleta Charms, además gratis.

Algunos menores de 30 años ni idea tienen de lo que era enfrentarse a un verdadero pirulí. De esos de colores, de caramelo medio aguado, envueltos en celofán. Ya era un triunfo quitarles el papel y luego, se te pegaban en los dientes como por unas 3 horas. Conforme los ibas disfrutando, se hacían más largos (mal pensados) y llegaban a medir unos 30 cm (su tamaño original era como de 12 cm).
Si mi cajita hubiera nacido en esa época, hubiera tenido Vaquita LUXUS, Lunetas Duval y Carlos V pero con envoltura café.

Me tocó el lanzamiento de los Chocorroles, con un anuncio de una bola de escuincles de muchos países que cantaban “Choco Chocorroles pastelitos, Choco Chocorroles enrolladitos, rica mermelada muy sabrosa, relleno cremoso que se antoja”.

Hoy veo muchísimas golosinas (no se pueden llamar “dulces”) con chilito, entonces solo había Miguelito en polvo y líquido para llenar la bolsa de cacahuates japoneses y el Salím y Chilím. Si alguien se acuerda de otro, que me ilustre.

Si fuera un chamaquillo imberbe de la actualidad, pediría veinte pesos, para ir a comprar “agrios”. Me alcanzaría para menos cosas y me iban a dar unas agruras como de adulto bebedor y fumador.

Seguro mis retoños se van a acordar de “sus” dulces y van a decir que los de sus hijos están rete feos y tienen unos nombres horribles como: Cachetadas, Escuincles, Pelón Pelo Rico, Mangomitas, Vikingos, Taquis y así.

Como buen tragón que se adapta a lo que haya, pues le entro a los actuales: Cookies & Cream, a los Winnies (son como Sugus) y a otros así.

El caso es que hoy pediría a mi Pa: Me das veinte pesos para ir por agrios al OXXO.

¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!

1 comentario:

  1. Gracias por los dulces recuerdos, me vi de niña disfrutando tantas golosinas, recuerdas los lacitos!

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