¿Se
acuerdan del negocio de los conejos y el terrenote donde fueron liberados?
Si
no se acuerdan chequen este Blog que lo menciona: http://gilelconocedor.blogspot.mx/2013/02/las-encajueladas.html
Pues
este terrenote era “cuidado” por una familia compuesta por Lino (el papá)
Carmen (la mamá) y Modesto, un malora de unos 10 años. La verdad no sé qué le
cuidaban, ni modo que se lo robaran y encontraras un hoyote en lugar de terreno.
En
ese terreno sucedieron muchas aventuras, desde días de campo reuniendo a las
familias de la Calucho Corporation, fogatas nocturnas (bien cursis les decíamos
“Lunadas” aun qué no hubiera luna),
hasta un par de pachangas multitudinarias donde entraban invitados,
vecinos, gorrones y hasta perros callejeros. Estos asistentes incluían a Lino y
familia con uno que otro gorrón.
Modesto,
que es el tema principal de este Blog, ya quería ser grande a sus 10 añotes, y
en una de las pachangas con unos 500 asistentes, una bola de abusivos semi-adolescentes
de unos 24 años (hoy una bola de rucos a los que a la fecha les remuerde la
conciencia de sus actos de ese día), decidieron que Modesto ya tenía edad para
echarse una chela y se la dieron.
Lino
por su parte, que ya era mayorcito, ya se había recetado unas 23 chelas y 17
cubas, Carmen que es la única abstemia de la familia, se mantuvo metida en su
casa enfurecida porqué Lino estaba echando taco de ojo con las invitadas y no
se enteró de la Chela de Modesto.
Para
los que vivieron esta experiencia, esta pachanga se llamó “The Last”, porqué
fue la última fiesta animada por los Profesionales en Sonido que ya nos
retirábamos.
La
tarde-noche-madrugada (fueron 18 horas de pachanga) pasó, no sin algunos
altibajos. Dentro de estos, un “invitado fue cachado” bolseando” bolsas (valga
la redundancia) de algunas invitadas y fue invitado a retirarse a punta de
empujones por varios de los asistentes. El muchachito muy indignado, tomo su
automóvil y golpeó a unos 15 autos de los estacionados afuera del terrenote y
se armó la gorda afuera de su casa con muchos reclamantes.
Otra
que pasó ese día, es que las botellas estaban guardadas en una bodeguita, de la
cual se perdió la llave y hubo que romper la ventana para aventar a alguien
adentro y que sacara los líquidos vitales.
Los
alimentos se compusieron por una taquiza de guisados preparada por Carmen, que
cocinaba como los propios ángeles. Al
final de la fiesta, aventamos todas las sobras a la misma cazuela para un
recalentado campechano y hasta camarones aparecieron, hay que aclarar que no
hubo camarones en el menú.
Como
estábamos aventando la casa (terrenote) por la ventana y solo teníamos una
botella de champaña, pues que organizamos el baño entré los bailarines
amontonados en la pista. Todo esto estaba padre, hasta que Chavo, bien encubado
y sin champaña en la mano, agarró una coca y nos bañó con este pegajoso
líquido, recibiendo mentadas de unos 100 de los asistentes.
Hubo
como 10 DJs, entre ellos “El Vampiro”, que es uno de los mejores que conozco e
hizo bailar a muchos en muchas Discos (todavía no eran antros).
Total,
con muchos invitados, varios gorrones, un vecino que llegó muy molesto porqué
alguien se estacionó en su entrada y salió jarrísima 9 horas después en lo que
encontrábamos al dueño del coche en cuestión, pues Modesto se siguió sirviendo
de los muchos licores que había disponibles, sin el ojo observador de su madre
y con el ojo medio cerrado a punta de chelazos de su padre.
En
la madrugada del día siguiente, a eso de las 6 de la mañana y después del
recalentado con camarones, la luz matinal nos empezó a mostrar los estragos de
la bacanal. Varios estaban acurrucados unos con otros como hurones en vitrina,
había otros que estaban tirados en el pasto (bastante terroso) viendo las
estrellas y filosofando de la vida, otros dormían en sus automóviles o en algún
rincón más calientito y Modesto todavía bailaba solito en la pista, ya sin
música.
Carmen,
que era la única coherente a esa hora salió a verificar que no hubiera ningún
cadáver y se encontró a Modesto a medio baile. Los ojos se le desorbitaban, las
venas del cuello estaban a punto de reventar, se le veían hasta los músculos de
los antebrazos bastante hinchados y se encaminó con furia hacia su borracho
retoñito. El espeluznante grito nos volvió a la realidad a la veintena de
amigos que sobrábamos (siempre los “de confianza” son los más difíciles de
correr de las pachangas) nos volvió a la realidad:
“¡¡Moisés,
estás borracho, me las vas a pagar!!”
El
pobre Modesto salió corriendo hacia sus aposentos, cual ratero recién
descubierto con las manos en la masa, mientras su atlética madre lo correteaba
tirándoles unos trapazos que si le han dado, lo dejan turulato.
Todos
conocíamos a Moisés, que también estuvo en la fiesta y se fue temprano como a
las 2 de la mañana porqué iba lejos. Moisés es primo hermano de Modesto, es más
mayorcito, tendría unos 18 años y esto era lo que sabíamos de él.
Todos
pensamos que Carmen estaba más briaga que los demás, ¿cómo confundirá a Modesto
con Moisés?
Uno
está grandote y el otro chiquito, uno es su sobrino y el otro su hijo, uno ya
ni estaba y el otro no tenía a donde más ir. Como Carmen se metió a su casa
correteando a Modesto, solo nos quedó Lino para que nos sacara de dudas:
Los
intrigados: ¿Carmen estará borracha?
Lino:
“No, nunca toma nada.”
Los
intrigados: Entonces, ¿por qué le dijo Moisés a Modesto?
Lino:
“Para no confundir.”
Los
intrigados: ¿EEEE?
Su
respuesta todavía resuena en mis oídos…..
Lino:
“Modesto se llama Moisés como su primo, pero le decimos Modesto para no
confundirlos.”
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