viernes, 22 de febrero de 2013

El Banco

Hoy la tecnología nos permite evitar en la mayor parte de las veces, la desgracia de ir al banco. Ir al banco es como un evento jurásico.
Yo tuve que ir.

Que a un moroso cliente que no me pagaba, se le ocurre darme un cheque posfechado para dentro de 1 semana. ¿Qué hace uno? Pues que agarro el cheque y niguas que lo suelto.
Una vez pasada la semana, se me había olvidado lo del cheque y cuando me acuerdo son las 12:30.  Pienso: “La peor hora para ir al banco.”
Ni modo, que me lanzo a la institución bancaria para depositar el cheque… al llegar al estacionamiento y el lugar más cercano está en la fila más lejana a la puerta de entrada, ya sabes la que te espera.

Ya adentro del banco, te reciben con una sonrisota y te preguntan: “¿Para qué nos visita?
Mi respuesta no es lo más amable: Ni modo que para asaltarlos, pues vengo a depositar un cheque.
“Pase a su derecha.” (No hay como ir a la izquierda a menos que quiera chocar con la pared.

Al dar la vuelta a la derecha, encuentras una cantidad de clientes que parece cola del Metro Pantitlán, huele parecido y hace un calor que ni en Mexicali a medio día.
Hay tres filas, una para cuentahabientes (ahí voy yo), otra para clientes sin cuenta (No entendí, cómo eres cliente y no tienes cuenta en dicho banco) y finalmente para cliente preferentes donde solo hay 2 personas. ¿Seré cliente preferente? ¿A quién le pregunto?
Mejor ni pregunté, no sea que me salga de mi fila y lleguen otros 26 cuentahabientes y me ganen mi lugar.

Cuando me doy cuenta, la fila de Clientes sin Cuenta, está mucho más vacía (hay como 17 personas) que la de clientes con cuenta donde estoy formado (aquí somos como 35). ¿Y si digo que no soy cliente sin cuenta y hago menos fila?
Mejor no, otra vez presiento la amenaza de pérdida de lugar en la fila.

El calor está arreciando, la multitud y  yo sudamos cual maratonistas gordos, la fila avanza como a una persona por cada quince minutos. Hago cuentas y calculo poder retirarme con el cheque depositado en unas 6 o 7 horas.

Empiezo a tener pensamientos asesinos, entre el calor, parado hace rato, con ganas de ir al baño (Hay que pedir que pongan baños en los bancos,,, yo creo que si les alcanza) y viendo que “mi” fila es la que menos avanza, ya pienso en que los de la de Clientes Preferentes son unos méndigos influyentes y que son ricos por haberse ganado la Lotería, seguro lo van a pagar en el infierno.
También les veo cara de burócratas a todos los empleados que atienden las cajas, hasta busco ver si alguno se está echando una torta de frijoles con huevo (que son buenísimas)  y su chezco en bolsa.

En la fila donde estamos formados, vienen delante de mi 3 tipos que se ven peligrosos (no de peligro de asalto, de peligro porqué traen folders). Estos son de los que mandan de oficinas y llegan como con 19 trámites en cada folder. No quiero ni pensar del tiempo extra, si les toca a los tres al mismo tiempo en diferentes cajas

Todos ya tenemos cara de menesterosos, varios ya se sentaron en el piso (yo no, porque me va a dar pena pedir que me ayuden a pararme ya con las patas dormidas). Otros ya se quitaron y pusieron el suéter varias veces y todos ya nos queremos ir.

Ya solo faltan 5 personas, han pasado 49 minutos, que parecen 9 horas. Los tres peligrosos están a punto de ser atendidos y mala suerte, entran al mismo tiempo y quedan bloqueadas las tres cajas más eficientes. En la otra caja (la de los suertudos Preferentes) empiezan a atendernos a los de la chancla obrera, porque las otras cajas tienen a los mismos tres ocupándolas desde hace 15 minutos.

Al fin me toca mi turno y la damisela que está en la caja me indica: “Deme un segundo, regreso de inmediato”.
Yo ya me la estoy imaginando relajándose en el baño (seguro hay, pero para empleados) y yo a punto de muerte por escalofrío.
Antes de que logre escaparse, le digo: ¡Porfis solo es depositar un cheque y ya me tengo que ir o me hago pipí en los pantalones! No sea méndiga, o mientras me cuida mi lugar y busco un arbustito aquí afuera.
Bendita sea ella que se apiadó de mis ganas y que se avienta mi trámite en un lapso de no más de 2 minutos, en los cuales yo ya sentía que la vejiga estaba a punto de estallar.

Salgo del banco, caminando chistosito a buscar el arbustito, por qué no llego a la oficina…… UFFF, encontré un baño, gracias al Viene-Viene que me indicó dónde estaba el de los de intendencia.

Tanto sufrimiento por mugres Diecisiete Millones de Dólares.

¿Lo harían ustedes?

¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!

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