lunes, 25 de febrero de 2013

Modesto en The Last

¿Se acuerdan del negocio de los conejos y el terrenote donde fueron liberados?
Si no se acuerdan chequen este Blog que lo menciona: http://gilelconocedor.blogspot.mx/2013/02/las-encajueladas.html

Pues este terrenote era “cuidado” por una familia compuesta por Lino (el papá) Carmen (la mamá) y Modesto, un malora de unos 10 años. La verdad no sé qué le cuidaban, ni modo que se lo robaran y encontraras un hoyote en lugar de terreno.

En ese terreno sucedieron muchas aventuras, desde días de campo reuniendo a las familias de la Calucho Corporation, fogatas nocturnas (bien cursis les decíamos “Lunadas” aun qué no hubiera luna),  hasta un par de pachangas multitudinarias donde entraban invitados, vecinos, gorrones y hasta perros callejeros. Estos asistentes incluían a Lino y familia con uno que otro gorrón.

Modesto, que es el tema principal de este Blog, ya quería ser grande a sus 10 añotes, y en una de las pachangas con unos 500 asistentes, una bola de abusivos semi-adolescentes de unos 24 años (hoy una bola de rucos a los que a la fecha les remuerde la conciencia de sus actos de ese día), decidieron que Modesto ya tenía edad para echarse una chela y se la dieron.

Lino por su parte, que ya era mayorcito, ya se había recetado unas 23 chelas y 17 cubas, Carmen que es la única abstemia de la familia, se mantuvo metida en su casa enfurecida porqué Lino estaba echando taco de ojo con las invitadas y no se enteró de la Chela de Modesto.

Para los que vivieron esta experiencia, esta pachanga se llamó “The Last”, porqué fue la última fiesta animada por los Profesionales en Sonido que ya nos retirábamos.

La tarde-noche-madrugada (fueron 18 horas de pachanga) pasó, no sin algunos altibajos. Dentro de estos, un “invitado fue cachado” bolseando” bolsas (valga la redundancia) de algunas invitadas y fue invitado a retirarse a punta de empujones por varios de los asistentes. El muchachito muy indignado, tomo su automóvil y golpeó a unos 15 autos de los estacionados afuera del terrenote y se armó la gorda afuera de su casa con muchos reclamantes.

Otra que pasó ese día, es que las botellas estaban guardadas en una bodeguita, de la cual se perdió la llave y hubo que romper la ventana para aventar a alguien adentro y que sacara los líquidos vitales.

Los alimentos se compusieron por una taquiza de guisados preparada por Carmen, que cocinaba como los propios ángeles.  Al final de la fiesta, aventamos todas las sobras a la misma cazuela para un recalentado campechano y hasta camarones aparecieron, hay que aclarar que no hubo camarones en el menú.

Como estábamos aventando la casa (terrenote) por la ventana y solo teníamos una botella de champaña, pues que organizamos el baño entré los bailarines amontonados en la pista. Todo esto estaba padre, hasta que Chavo, bien encubado y sin champaña en la mano, agarró una coca y nos bañó con este pegajoso líquido, recibiendo mentadas de unos 100 de los asistentes.

Hubo como 10 DJs, entre ellos “El Vampiro”, que es uno de los mejores que conozco e hizo bailar a muchos en muchas Discos (todavía no eran antros).

Total, con muchos invitados, varios gorrones, un vecino que llegó muy molesto porqué alguien se estacionó en su entrada y salió jarrísima 9 horas después en lo que encontrábamos al dueño del coche en cuestión, pues Modesto se siguió sirviendo de los muchos licores que había disponibles, sin el ojo observador de su madre y con el ojo medio cerrado a punta de chelazos de su padre.

En la madrugada del día siguiente, a eso de las 6 de la mañana y después del recalentado con camarones, la luz matinal nos empezó a mostrar los estragos de la bacanal. Varios estaban acurrucados unos con otros como hurones en vitrina, había otros que estaban tirados en el pasto (bastante terroso) viendo las estrellas y filosofando de la vida, otros dormían en sus automóviles o en algún rincón más calientito y Modesto todavía bailaba solito en la pista, ya sin música.

Carmen, que era la única coherente a esa hora salió a verificar que no hubiera ningún cadáver y se encontró a Modesto a medio baile. Los ojos se le desorbitaban, las venas del cuello estaban a punto de reventar, se le veían hasta los músculos de los antebrazos bastante hinchados y se encaminó con furia hacia su borracho retoñito. El espeluznante grito nos volvió a la realidad a la veintena de amigos que sobrábamos (siempre los “de confianza” son los más difíciles de correr de las pachangas) nos volvió a la realidad:

“¡¡Moisés, estás borracho, me las vas a pagar!!”

El pobre Modesto salió corriendo hacia sus aposentos, cual ratero recién descubierto con las manos en la masa, mientras su atlética madre lo correteaba tirándoles unos trapazos que si le han dado, lo dejan turulato.

Todos conocíamos a Moisés, que también estuvo en la fiesta y se fue temprano como a las 2 de la mañana porqué iba lejos. Moisés es primo hermano de Modesto, es más mayorcito, tendría unos 18 años y esto era lo que sabíamos de él.

Todos pensamos que Carmen estaba más briaga que los demás, ¿cómo confundirá a Modesto con Moisés?

Uno está grandote y el otro chiquito, uno es su sobrino y el otro su hijo, uno ya ni estaba y el otro no tenía a donde más ir. Como Carmen se metió a su casa correteando a Modesto, solo nos quedó Lino para que nos sacara de dudas:


Los intrigados: ¿Carmen estará borracha?
Lino: “No, nunca toma nada.”
Los intrigados: Entonces, ¿por qué le dijo Moisés a Modesto?
Lino: “Para no confundir.”
Los intrigados: ¿EEEE?

Su respuesta todavía resuena en mis oídos…..

Lino: “Modesto se llama Moisés como su primo, pero le decimos Modesto para no confundirlos.”

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