Desde
la preparación de las maletas inician mis dudas: ¿Qué llevo?
Mejor
no lo pienso mucho y agarro unos shorts, tres trajes de baño, unas camisetas
(no me gusta asolearme) mis chanclitas, unos gogles porque me arden mis ojitos
si los abro en el agua, mis lentes oscuros que son excelentes para echar taco
de ojo sin voltear, mi gorra y unos tenis.
De
ida y pasando el susto en Chilpancingo (méndigos “maestros”, que se pongan a
dar clases y no a asolearse en la Autopista del Sol) llegamos al Puerto.
Siempre
se me olvida que hace un calor de la fregada, que el sol es como para asar
bistecs o freír huevos en la arena y que a Mi Chiquita no le gusta el aire
acondicionado. Ya que ya estoy aquí, lo voy a gozar.
Solo
a mí se me ocurre irse ya preparado para llegar a echarse un clavado en la
alberca, sin trámite alguno y se va con su traje de baño puesto desde la
Capital. Ahh, pero traía yo pants arriba del traje, no era cosa de ir incitando
féminas en los Oxxos de la carretera. Malditos pants, están diseñados para
friolentos en Alaska, no para calurosos en Acapulco. Me sudó todo el atractivo
y me sentía todo pegajoso. Después de varias escalas para lo del baño, un
refresco, una paleta helada y hasta un café capuchino, llegamos.
Para
ahorrar, (tengo herencia Regia) pedí habitación con vista a Tierra Colorada,
pero al llegar le tiré la onda a la señorita que me recibió para que me diera
opción de ver agüita del mar. Me tuve que quitar los pants para convencerla y
para no morir deshidratado. Me dio habitación con vista parcial al mar y sí se
veía a todo dar.
Ya
instalados, todos empezaron a colocarse sus ropajes para alberca, yo mientras
investigaba el asunto del aire
acondicionado para refrescar la habitación a nuestro regreso y aprovechando que
Mi Chiquita estaba distraída poniéndose guapa, le puse como a -15° centígrados.
También
ya se me había olvidado el asunto de la cargada de cosas para la alberca,
llevábamos: 2 bolsotas con botana como para día de campo: papas, cacahuates,
galletas, chelas, refrescos y hasta unos panquecitos con chispas de chocolate.
También cargamos con el tiburón (inflable o no lo cargo), visores,
bronceadores, bloqueadores, gorras, lentes, las diademas “para que no se
alborote el cabello”, chanclas extra, kleenex, toallitas húmedas, crema, agua
oxigenada, analgésicos y antiácidos. No podían faltar los Ipods (uno para cada
uno porqué nuestro gusto musical no concuerda) celulares (“no sea que me pierda
algún chisme o a mi mami se le ofrezca algo”) y una cubeta con palitas para la
arena. Hagan de cuenta que nos mudamos del cuarto a la alberca y ahí íbamos a
vivir los próximos 3 meses.
También
ya había yo olvidado que para encontrar una sombrita donde poner mi anatomía,
hay que levantarse a las 4 de la mañana y bajar a apartar el deseado lugar.
Eran como las 2 de la tarde y no hay sombra visible que esté desocupada.
Me
paré debajo de un arbolito, esperando que a alguien le diera hambre y se
largara a comer. Parece que los únicos con hambre, son a los que les gusta
asolearse. Ninguno de los de sombra se fue. Como el tiempo pasa sin pedir
permiso, pues que se mueve el planeta, el sol empezó a ocultarse tras el hotel
y me pude sentar en sombrita. Con todo el cargamento (los demás turistas me
veían como raro…) me instalé para ya tomarme un refresquito. Ya estaba agotado
y no llevábamos ni 4 horas de descanso.
El
alma te vuelve al cuerpo, cuando te avientas un clavado de esos de bombita y mojas
a todos los vecinos; sientes la frescura hasta en las tatachas. ¡Que rico! Yo
aquí duermo.
Como
cualquier día, que llega la noche y hay que regresar a nuestros aposentos
temporales. A cargar todo de regreso….. Vuelves a sudar y te da un calor
espantoso de nuevo. Como le entramos a la botaniza hasta con los vecinos de
camastro, pesa menos, pero es de subida. Al entrar a la habitación, el clima es
como de Noruega en Enero. Hasta a mí me dio frío, como a Mi Chiquita le tengo
más miedo que a Sergio (el del frío en Villahermosa) pues hubo que subirle al
calor. La Cachorra y el Oso se repartieron a sus padres y a mí me tocó con él.
Se mueve como luchador en la Arena México y patea igual. Pero con el cansancio,
dormimos cual lirones.
Esto
se repitió por un par de días, yo con el bloqueador como fantasma amigable
(bien blanquito) y sin quitarme los lentes oscuros para eso del taco de ojo:
Muy bueno por cierto. Además que nos encontramos una bola de amigos que
hicieron excelentes nuestros días de descanso.
Eso
sí, ya en bola, nuestro campamento junto a la alberca parecía día de campo en
Chapultepec, solo faltó una fogata para bombones, pero hacía mucho calor.
Luego
les platico de la Jaiba Locca…. Que está de rechupete.
¡Vive!
¡Disfruta! ¡Comparte!
No hay comentarios:
Publicar un comentario