viernes, 22 de marzo de 2013

Ratones

No eran los de dos patas, eran de a cuatro y en pandilla.

Estábamos muy responsables trabajando un poco más tarde de lo normal, eran eso de las 10:00 de la noche. Solo estábamos tres personas en la oficina: Amanda, Bisteni que ya era mi amigo desde antes, en ese momento mi jefe y su seguro Conocedor. La verdad ni me acuerdo en qué estábamos tan ocupados.
Como habíamos comido a medio día, el hambre empezaba a hacer mella en nuestras anatomías y lo único que había eran galletas, refrescos y café. Estos perfectamente localizados en la cafetería y guardados en alacena y refri.

Con lo que no contábamos, era que se había impartido un curso ya tarde y el equipo de intendencia se había retirado dejando unas cuantas galletas en la mesa de servicio de la cafetería.

Con el nivel de cansancio y hambre, echamos un disparejo perdiendo Amanda y le tocó ir por galletas y bebidas a la cafetería que estaba como a 3 metros de la puerta de la oficina (qué caballerosos).

Medio segundo después de haber salido de la oficina, escuchamos un alarido de terror de la damisela, que no heló la sangre pensando que ya habíamos “valido madres”, seguro nos estaban asaltando y Amanda era ya presa de los bajos deseos de unos 15 maleantes. Antes de poder reaccionar, Amanda regresa corriendo a la oficina y me utiliza de escalera para subirse al escritorio sin dejar de gritar… solo entendimos……¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡uuuuuunnaaaaa rrrraaaaataaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Muy alterados, fuimos a buscar al enorme animalote que había asustado a nuestra compañera de labores.
Al bajar los 4 escalones para llegar a la cafetería, vimos unas sombritas que corrían por todos lados. Mientras tanto, Amanda seguía gritando como loca de psiquiátrico.
La llamamos para preguntar sobre el carnívoro que había visto y verificar si necesitábamos escopeta cuata calibre 12.
Al acercarse toda temerosa, nos dijo que vio que se había metido atrás del refri (que era un servibar como de 70 cm de altura y estaba metido en un huequito de su talla). La rata no podía ser tan monstruosa.

Precavidos como somos, Bisteni se preparó con un arma mortal para atacar al roedor gigante: Un paraguas. Y como yo soy más machín, me tocó mover el servibar.
Cautelosamente moví el refricito y salieron como 6 ratones que no deben haber medido más de 3 cm cada uno y corrieron para todos lados. Bisteni como pelotero de las Grandes Ligas bateó con el paraguas para pegar Home Run: como a 1 metro de altura. No le dio a ningún ratón.

Amanda regresó gritando y corriendo hacia la seguridad del escritorio, pero uno de los primos de SuperRatón, la siguió cual mascota fiel y se metió con ella a la oficina. Más alaridos, adrenalina a todo lo que da, Bisteni ya torcido con el primer paraguazo y yo “correteando” ratones como perro correteando su cola.
Decidimos ir a rescatar a Amanda del roedor asesino antes de que algún vecino nos acusara de sátiros violadores de mujeres.
Para que no se fuera a escapar la fiera, cerré la puerta y quedamos adentro tres humanos y un roedor. El méndigo se hizo invisible por qué no se veía por ningún lado, Amanda seguía gritando trepada en el escritorio y a Bisteni ya le estaba doliendo más la espalda.
Solución final: Vámonos y mañana contratamos un exterminador.

Al abrir la puerta, salimos como alumnos de prepa en viernes y le corrimos hacia la salida. A la fecha, no sé por qué corrimos si ya sabíamos que los ratones no eran tan salvajes y su tamaño era mini.

Al día siguiente, el exterminador se deshizo de los roedores (7 en total) y Amanda se resistió a entrar a la oficina hasta que alguien identificara los cuerpos y los retirara de la escena del crimen.

Los de intendencia, nos odian desde aquel día. Ya no se pueden ir temprano si hay galletas sueltas.
Lo que dijeron fue de lo mejor: “Nosotros qué culpa… los alumnos que no se comieron las galletas, fueron los culpables”

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