Las
mujeres se quedan, la emoción en nuestras panzas se incrementa, nos dan un
aventón a la puerta de su escuela para de ahí treparnos al camión que nos
llevará a tierras tropicales. Él selecciona la ventana más o menos a la mitad
del camión. Ya en el camión, notamos que algunas mamás se incorporan al viaje
con sus vastaguitos (unos de bastante buen tamaño) y nos arrancamos.
Durante
la travesía, mi Oso me hace como cien preguntas, a las que increíblemente le
pongo atención, al fin que no vengo manejando semejante camionsote. Nuestra
plática va desde: ¿porqué hay ventanas que dicen “salida de emergencia”? hasta
¿Por qué otros niños no platican con sus papás?
Voy
respondiendo una por una y cuando menos lo noto, ya me metió a su mundo
infantil aprovechando que le contesto todo.El inicio del viaje en el camión hubiera valido el costo total, pero nos esperaban dos días más y solo nosotros seríamos cómplices de ellos.
Ya
instalados, empezaron muchas actividades, una de las primeras fue el paso de
garza, en la que levantas un pie hacia atrás que algún desconocido (hasta el
momento) va a detener con su mano mientras tu detienes el del Oso en la tuya y
…. Bríncale de cojito pero todos al mismo tiempo, que nos caemos y ahí
empezaron las risas (y los dolores físicos).
Pasamos por muchas actividades y
mucha risa, muchos dolores físicos, nos metimos en la alberca, donde ya éramos
cómplices desde antes y sabe perfectamente que su papá se convierte en
hipopótamo (caballo de río, no sean maloras) y lo puede montar, subirse en su
cabeza y usarlo como transporte acuático a su antojo. Ambos notamos que muchos
de los infantes metidos en la alberca, empezaron a solicitar a sus respectivos
papás, que se convirtieran en hipopótamos, algunos lo hicieron y otros lo
intentaron sin tanto éxito. Las que sufrían, eran las mamás. Imaginen a joven
madre de 50 kg, tratando de cargar en hombros a su retoñito de como 40 kg, casi
mueren dos de ellas en el intento. Lo que me encantó de esto fueron las
palabras de mi Oso: “¿Y si tú los llevas?”
Sin
el más mínimo sentimiento de egoísmo, mi Oso decidió que les podía prestar a su
hipopótamo (su papá) a algunos de sus compañeros que no habían logrado nuestras
hazañas, Tuve como 3 diferentes jinetes, mientras veía la sonrisa de mi Oso
llena de orgullo, porqué su papá llevó a algunos de sus amigos. La mirada de
agradecimiento de las mamás salvadas de morir ahogadas, tampoco tiene precio.
Después
de muchas horas juntos, de realizar actividades en equipo y de abrazarnos como
nos encanta, nos recordamos uno del otro.
Al acostarnos en la noche y después de que se baño en tina caliente como
por una hora, solo me dijo: ¡Eres el mejor papá! Si no se los han dicho, NO HAN
VIVIDO.
Al
día siguiente, me dolían músculos que no tenía idea que existieran y así con
dolores y todo seguimos nuestra aventura. Más actividades, más juegos, ya con
nuevos amigos y amigas que iniciaron como compañeros de campamento y con una
felicidad que no se puede describir. (Ni me acordé de la WEB)
Pasó
el fin de semana e inició una nueva y más grande complicidad, hoy mi Oso sabe
que su papá lo adora y su papá sabe que es correspondido. Ambos sabemos que las
que se quedaron también son nuestras cómplices y somos un equipo que prepara a
sus miembros para que ellos puedan formar a sus equipos en el futuro.
Ya
había ido con la Cachorra a uno de estos campamentos, fue muy parecido el
resultado de complicidades con ella, que también sabe que su papá la adora y su
papá, también es correspondido.
Si
no le han dedicado un fin de semana a cada hijo y por separado: ¡Dedíquenselo!
No saben lo que van a vivir.
¡Vive!
¡Disfruta! ¡Comparte!
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