miércoles, 5 de diciembre de 2012

Tú vete adelantando.

Por andar de buena gente acompañando a Mi Chiquita y a dos de sus amigas con sus respectivos retoños, me pasa lo que me pasa.

Mi instinto de supervivencia me indica otra cosa, pero cuando escuchas: “No seas cortado y vamos, van los niños, Norma y Nicté. Con ellas te la pasas muerto de risa” (esto es cierto, me río mucho con ellas)
Como soy muy sociable, pues que me les pego y nos dirigimos a gringa hamburguesería que tiene su área de juegos “para que los niños se entretengan y podamos platicar a gusto”.

Todo inicia en la “fila” para pedir de comer, solo hay como 24 personas enfrente de nosotros y es la “fila corta”. Las tres hablan entre ellas y ni me pelan, los retoños corren como ratones escapando de escobazos y por un momento pienso que va a ser la última vez que los vea antes de que se pierdan en la muchedumbre.
Ya que pedimos y nos entregaron dos charolas con mucha comida y bebida. Las tres méndigas amigas se lanzan a la mesa y ahí me dejan con todo y charolas. Ni modo que nada más agarre mi hamburguesa… pues como malabarista me llevo las charolas hacia la mesa que tenían apartada y “cerca de los juegos para no perder de vista a los niños”. Todavía al llegar con mis manos bastante ocupadas, recibo reclamación múltiple: “¡No trajiste popotes y servilletas!”

Como ya tengo hambre, empiezo a devorar los sagrados alimentos y ni me fijo que los comensales van acumulándose en forma desmedida. Creo que ya había como 500 personas ahí adentro.
Me acabo mi refresco y ya satisfecho, mis sentidos empiezan a captar lo que sucede (bueno, casi todo lo que sucede):

La temperatura ha subido unos 6 grados y ya llega a los 39°, los gritos de los infantes jugando, parecen de  torturados en la Edad Media pero con amplificador, No se puede caminar, hagan de cuenta el Metro Pino Suárez a las 7:00 de la mañana. No escucho lo que dicen mis femeninas acompañantes (y parece que ni les importa). Tengo la camisa manchada de mostaza que ni siquiera le puse a mi comida y ya me pisó un enanete que nunca había visto.

Después de unos 3 minutos de este ambiente, le pregunto a Mi Chiquita: ¿A qué hora nos vamos?
Me contesta: “Espérate tantito, falta el postre” Aquí pienso que yo no voy a hacer la fila otra vez, mejor me compro unos chicles en el semáforo.

Pasan otros 3 minutos y vuelvo a preguntar: ¿Ya nos vamos?
“Qué prisa tienes, acabamos de llegar y estamos muy a gusto”
Es que hace mucho calor, ya me estoy engentando y no oigo nada.
Me responde: “Los niños están felices” (ya van tres de ellos que regresan llorando hacia sus madres, porque les pisaron la mano, el grandote los empujó, no encuentran sus zapatos y lo espantó el payaso)

Pasan tres minutos más y enérgicamente pregunto: ¿YÁ?

Saben que me dijo la méndiga Norma con una sonrisota en su carita: “Gil, tu vete adelantando”

Las otras dos, solo afirmaban moviendo sus cabecitas de arriba hacia abajo.

No me pelaron, no me reí, sudé, me engenté, me manché de mostaza, mi pie quedó adolorido y las hamburguesas me quedan mejor a mí.
La verdad si me fui adelantando, pero la próxima vez, me guío por mi instinto de supervivencia y me preparo mi hamburguesa.

 
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