Mi
instinto de supervivencia me indica otra cosa, pero cuando escuchas: “No seas cortado y vamos, van los niños,
Norma y Nicté. Con ellas te la pasas muerto de risa” (esto es cierto, me
río mucho con ellas)
Como
soy muy sociable, pues que me les pego y nos dirigimos a gringa hamburguesería
que tiene su área de juegos “para que los
niños se entretengan y podamos platicar a gusto”.
Todo
inicia en la “fila” para pedir de comer, solo hay como 24 personas enfrente de
nosotros y es la “fila corta”. Las tres hablan entre ellas y ni me pelan, los
retoños corren como ratones escapando de escobazos y por un momento pienso que
va a ser la última vez que los vea antes de que se pierdan en la muchedumbre.
Ya
que pedimos y nos entregaron dos charolas con mucha comida y bebida. Las tres
méndigas amigas se lanzan a la mesa y ahí me dejan con todo y charolas. Ni modo
que nada más agarre mi hamburguesa… pues como malabarista me llevo las charolas
hacia la mesa que tenían apartada y “cerca
de los juegos para no perder de vista a los niños”. Todavía al llegar con
mis manos bastante ocupadas, recibo reclamación múltiple: “¡No trajiste popotes y servilletas!”
Como
ya tengo hambre, empiezo a devorar los sagrados alimentos y ni me fijo que los
comensales van acumulándose en forma desmedida. Creo que ya había como 500
personas ahí adentro.
Me
acabo mi refresco y ya satisfecho, mis sentidos empiezan a captar lo que sucede
(bueno, casi todo lo que sucede):
La
temperatura ha subido unos 6 grados y ya llega a los 39°, los gritos de los
infantes jugando, parecen de torturados
en la Edad Media pero con amplificador, No se puede caminar, hagan de cuenta el
Metro Pino Suárez a las 7:00 de la mañana. No escucho lo que dicen mis
femeninas acompañantes (y parece que ni les importa). Tengo la camisa manchada
de mostaza que ni siquiera le puse a mi comida y ya me pisó un enanete que
nunca había visto.
Después
de unos 3 minutos de este ambiente, le pregunto a Mi Chiquita: ¿A qué hora nos
vamos?
Me
contesta: “Espérate tantito, falta el
postre” Aquí pienso que yo no voy a hacer la fila otra vez, mejor me compro
unos chicles en el semáforo.
Pasan
otros 3 minutos y vuelvo a preguntar: ¿Ya nos vamos?
“Qué prisa tienes, acabamos de llegar y
estamos muy a gusto”Es que hace mucho calor, ya me estoy engentando y no oigo nada.
Me responde: “Los niños están felices” (ya van tres de ellos que regresan llorando hacia sus madres, porque les pisaron la mano, el grandote los empujó, no encuentran sus zapatos y lo espantó el payaso)
Pasan
tres minutos más y enérgicamente pregunto: ¿YÁ?
Saben
que me dijo la méndiga Norma con una sonrisota en su carita: “Gil, tu vete adelantando”
Las
otras dos, solo afirmaban moviendo sus cabecitas de arriba hacia abajo.
No
me pelaron, no me reí, sudé, me engenté, me manché de mostaza, mi pie quedó
adolorido y las hamburguesas me quedan mejor a mí.
La
verdad si me fui adelantando, pero la
próxima vez, me guío por mi instinto de supervivencia y me preparo mi
hamburguesa.
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