martes, 7 de mayo de 2013

El Sastre

Como mis medidas no son estándar, tengo que recurrir en casos de emergencia al Sastre.

Si tengo que comprar un traje y de puro churro me queda el saco del ancho de mi espalda, las mangas me llegan a las rodillas. Soy anchito pero de brazo corto. Algo parecido pasa con el pantalón de vestir: el que viene con el traje normalmente me queda como para hacerle una valenciana de 30 cm y no se ve muy elegante, además me falta trasero, entonces parece que traigo pañal anti escurrimiento.
Desde antes me pongo nervioso, es casi como ir al doctor.

Lo primero es la toma de medidas.
Ya paradito en un banquito en el que tienes que mantener el equilibrio como tigre amenazado por el látigo y con las garras listas para agarrarte de algo en caso de posible caída, empiezan las mediciones.

Primero en ancho de la espalda, sigue el cuello, luego el largo de los brazos desde los hombros y la segunda desde la axila, ahí empiezan las cosquillas y el movedero. Seguro Don Ruy (mi sastre) me va a regañar para que me esté silencio (así dice él).

Ya con esta información, sigue la medida del pecho, panza y el largo del saco. Esta es la parte fácil.

Los nervios crecen con las medidas del pantalón. Primero la cintura, luego el largo de la pierna desde la cintura hasta los pies y cuando te miden por dentro de la pierna…. Entonces si te dan ñañaras. Sientes que te palpan como si fuera Papanicolaou, los escalofríos corren por todo tu cuerpo y sudas como en sauna. Ya entrados en medidas, pues hay que ver la de la cadera y ahí termina la primera parte.

Don Ruy te cita para dentro de dos días para verificar que el traje vaya quedando perfecto.
Pasados estos dos días, regresas al banquito y te ponen unos trapos todos rayados, sin mangas, ni un botoncito o bolsa. Con un gis que parece Alka Seltzer te raya toda la espalda sobre el trapo (otra de cosquillas). Te pone las mangas y las atora con alfileres (ven como se parece al Doctor, cualquier cosa que pueda herirme es de miedo). Más rayadas con el gis, más cosquillas y nada de ver claro cómo va a quedar tu vestimenta.

Pasas a probarte el pantalón, que tampoco tiene botones o cierre. Lo tienes que detener con tus manos antes de mostrar la trusa a todos los presentes. Otra vez los nervios de la palpada de pierna y los gisazos en las nachas para que no parezca pañal.

La verdad, si no voy al sastre, mejor voy enmascarado.

 
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