Todo empieza porque los retoños deben ser más
santos y hacer su Primera Comunión. Los míos tomaron sus clases de catecismo
con otra bola de maloras y presionados por sus madres, que muy preocupadas por
sus almitas los prepararon en equipo para este Sacramento.
Ya fuimos invitados a la primera Primera
(valga la redundancia) Comunión. Se organizó en San Miguel de Allende. Yo
encantado de darme la vuelta por tan tradicional pueblo y además acompañado por
la familia, amigos y amigas.
Hasta llegamos un día antes para aprovechar
un tiempito extra.
Como en San Miguel no hay posibilidad de
estacionarse, menos con mi Micro, pues anduvimos en taxis el día anterior y de
camino al Templo donde se celebraría la Ceremonia.
La futura comulgadora llegó en una carretota
jalada por dos caballotes tamaño elefante, empezaron las fotos, los saludos y
el taco de ojo (uno ve cada invitada y con el calor la vestimenta es más
ventilada).
Todo bien, la Misa, el Padre, los papás, los
padrinos y el hermanito que se coló. Yo como fotógrafo profesional, llegué
hasta el mero altar para eso de la foto.
Al terminar, salimos y continuaron abrazos y
felicitaciones de todos contra todos. Aquí empiezan las extrañezas: Veo a Mi
Chiquita con las Niñas (sus amigotas), como si estuvieran en la Lagunilla y
probándose chancletas. Tan elegantes que se veían de tacones.
Muertas de risa pegaban brinquitos para no
poner los pies descalzos cerca de tremebundo orinadon que se aventó uno de los
caballotes.
Yo sereno pregunté: ¿Que hacen?La respuesta que me dieron es como para menso: “Pues poniéndonos chanclas”
Yo solo atino a pensar mientras observo mis zapatos bien voleados: “yo no quiero chanclas” y pregunto: ¿Por qué?
Otra respuesta pero para uno muy sabio: “Pues ni modo de caminar con tacones en la callejoneada”
Ahí si me asusté: ¡¿Cuál callejoneada?!
Mi Chiquita solo dice: “No te hagas, nos vamos a ir callejoneando a la fiesta”
Yo: Yo porqué, me voy adelantando en taxi y les reservo mesa.
MCh: “Ya están reservadas y me tienes que ayudar con los niños.”
En eso se me presenta un tipo con una
sonrisota, me entrega un jarrito con un listón y me indica que lo cuelgue en mi
cuello. Hagan de cuenta que era yo un San Bernardo con jarrito pero con mucho
sol. Llegó otro y me dio una copa……
Ya poniendo atención, empiezo a ver como en
el jarrito te sirven tequila y en la copa: vino o agüita de limón con chía. Así
si voy con los señores.
Empezamos la caminata, hasta adelante la
carretota con los caballotes con la festejada y algunos suertudos convidados
por ella. Atrás venían dos piñatotas caminadoras bailando al ritmo de la
estudiantina que venía atrás de ellos acompañada por un burro. Más atrás otros
influyentes en carrito de golf y al final el resto de los invitados y seguro
uno que otro gorrón de tequila y vino que no estaban invitados al convivio.
Estuvo bueno el cotorreo, el taco de ojo, la
beberecua y hasta fotos nos tomaban otros turistas que nos veían pasar. Dos
cuadras más y empiezo a firmar autógrafos. En venganza yo fotografié a muchas turistas.
Después de un rato llegamos e inició el baile
de las chanclas pero ahora por los tacones.
Ahí te siguen sirviendo tequilas, vino,
agüita y unas margaritas de mango. Adentró continuó la pachanga y como es la
costumbre de este alborotado grupito, acabamos como a la 1 una de la mañana.
A esa hora empieza el cambiadero por chanclas
otra vez. Y que nos arrancamos en la segunda callejoneada hacia el hotel, pero
ahora de noche y cargados de los recuerdos que recibimos: Una jarra para agua
de limón con chía y dos dulceros para mis Cachorros. Todavía hicimos una escala
para reventarnos unas pizzas y llegamos
a reposar al hotel.
Excelente día, excelente compañía, excelente
comida, bebida y servicio.
Eso sí: a la siguiente llevo mis chanclas.
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
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