Primero
les comento que, gracias a la rebelión de las nenorras quinceañeras, se acabó
lo ñero en sus 15 primaveras. (Creo).
Si a
alguna lectora le tocó una fiestecita como la que detallo en siguientes
renglones…… no me reclamen por balconearlas, así era la costumbre.
Primero
los disfraces:
Para
los hombres era obligatorio el traje (el color era lo de menos). Me tocó ver
trajes azul clarito con zapato café y calcetines negros, combinados
perfectamente con una corbata multicolor pero con morado dominante. Esto le
tocaba ponerse desde al abuelito hasta los pajecitos (SÍ IBAN PAJECITOS CON LA QUINCEAÑERA).
Para
ellas el vestido largo y entallado era lo máximo. Este normalmente destacaba la
parte posterior y la lonja en la parte frontal, la pechuga resaltaba como
almohada en funda chica y por colores no había límite, solo el rosa estaba
prohibido (era para la festejada). Las pobres enanetas iban con vestidos como
de pastel con mucho merengue y crinolinas (yo pensaba que habían desaparecido a
partir del GOGO) y sin poder faltar un moñote que de milagro no les lastimaba
el cuello.
Los
Chambelanes: Pobres cuates, había que rentar el Smoking o algún trajecito tipo
militar, no había uno igual en cualquier grupo de los danzantes compañeros de
la nena festejada.
Finalmente
la quinceañera: Vestido de tul rosa, con falda amplia para que en el baile se
vea retebonita, tiara que se les caía a cada paso y quedaba como rompecabezas
tridimensional. Moños por todos lados (parecían adorno floral pero de tela),
zapato alto (era la primera vez que lo usaban con su respectivo pasito tipo
pollo espinado) y maquillaje como de muñequita de cerámica con unas chapas
rojas, rojas..
Muchos
rentaban autos con “quemacocos” para que la niña saludara a todos en su camino
a la flor de la edad. De milagro no hubo muchas degolladas, no crean que los
quemacocos antiguos eran muy seguros y muchas veces se cerraban con un enfrenón.
Ya
en la pachanga, me tocaron cenas de sándwiches, gelatina y ensalada rusa, hasta
camarones con filete. De esto no me quejo porqué le entro a todo.
Aquí
me voy a enfocar en unos XV Años en la Ciudad de México.
El
evento se realizaría en Salón de Fiestas sobre la avenida de Los Insurgentes y
con capacidad como para 100 mesas de 10 personas cada uno. Candiles Muy
elegantes (en 1948), cortinas de terciopelo dorado, monumental escalera para que
bajara la homenajeada con todo y su nube de hielo seco.
Ya
reunida la familia y amigos, todos esperamos a que ya salga la niña (no nos han
servido ni agüita). Como somos los del sonido, nos avisan que ya hay que poner
la canción de la quinceañera (Era La Balada para Adelina y luego Night Fever de
los Bee Gees). Se apagan las luces, empieza la música, sale el humito del hielo
seco, se forman los chambelanes y hace su gloriosa aparición la festejada.
Luces negras (que transparentaban la ropa interior de casi todas las invitadas
y empiezan a ponerse sacos, suéteres, chales y hasta servilletas para que no se
vea nada). Empieza el baile, los chambelanes aparecen unas sabanotas que ondean
para que se vea más padre, la quinceañera
pierde la tiara en un tropezón en la escalera y empieza el ballet, los
pobres chambelanes, aunque practicaron, bailan como si escucharan diferentes
canciones.
Una
vez que terminaron las dos melodías, nos piden repetirlas por qué no se vio
nada en la película que estaban filmando y ahora va a ser con todas las luces
prendidas……. Pues a repetir, aquí si se nota todo lo anterior pero muy bien
iluminado.
Viene
el discurso, como el papá ya anda medio jarra y se le olvida lo que iba a
decir, la mamá le arrebata el micrófono y nos platica como durante una hora,
los logros y sacrificios que ha realizado ella por su niña. Que espera que
salga igual que su santa madre (la abuelita que llora), que sea una mujer de
bien y que la entrega en sociedad.
Continuamos
con el baile inicial, con todos (SABEN QUE ES TODOS, hasta a nosotros nos tocó)
que bailan con la agasajada.
Ya
luego empieza la pachanga con muchas cumbias. Bailongo hasta las tres de la
mañana, el maquillaje de la quinceañera ya quedó como de payaso después de su
quinto acto en el circo, la mamá está más jarra que el papá y llora por
cualquier comentario que le hagan, los chambelanes perdieron el estilo y están
tratando de ligar a alguna prima o vecina que esté disponible. La abuelita
ronca en su mesa desde hace como tres horas, el padrino, con varias cubas
encima, amenaza a medio mundo, con que respeten a su niña o se las ven con él.
Le
cena consistió de una crema de elote, pechugas de pollo al chipotle y pastel,
pero a las dos de la mañana llegan chilaquiles verdes, que los invitados pelean
como si fueran de oro.
Los
de la música somos de los últimos en salir y nos toca ver a los invitados salir
hacia sus destinos. Hagan de cuenta que salieron de una lucha multitudinaria de
todos contra todos. Unas van sin zapatos y con los vestidos manchados cual
trapo de cantina, ya observo muy pocas corbatas en el cuello, pero muchas en la
cabeza. Los sacos los traen puestos las friolentas (a los meros machos no nos
da frío, especialmente con medio litro de licor en el cuerpo). De los peinados
de salón solo queda el recuerdo. Salen más de uno, arrastrados por alguna alma
caritativa que los va a colocar en el coche y se les olvida la abuelita dormida
en su mesa. (Si regresaron por ella.)
Esto
fue hace más de 25 años, o sea aquellas quinceañeras hoy son cuarentonas.
La
más reciente fiesta de XV años a la que fui requerido, no se parece en nada a
aquellas. Fue como de antro, decoración estilo lounge, música para los
“jóvenes” y les vale gorro que haya ido la abuelita (colocan a los adultos en otro
salón, pa que no den lata). La vestimenta ha cambiado radicalmente, ellos de
jeans medio rotos, tenis y camisas, ellas con tacones como de 45 cm y
minifaldas como de 5 cm. Eso sí, con los zapatos siguen sufriendo como pollos
espinados. Yo ni corbata llevé.
Si
yo fuera quinceañera actual, la verdad pediría Viaje en lugar de Fiesta y sin
mi abuelita.
¡Vive!
¡Disfruta! ¡Comparte!
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