Como
ya sé que no me voy a poder pelar a Francia donde se van los que no pudieron
agarrar aquí, no me queda otra más que acercarme a la zona de desastre.
No
se imaginan la cascada, las del Niágara se ven chicas y menos turbulentas. El
escusado está a punto de morir deshidratado con esa fuga que se carga. Yo, que
soy Ingeniero y conozco la solución, busco la llave de paso, le doy unas
vueltitas y se acabó la inundación. Me regreso a no hacer nada.
Aquí
empieza la comunicación marital:
MCh
(Mi Chiquita): “¿Qué le vas a hacer al baño para arreglarlo?”Yo: Pues ya le cerré la llave….
MCh: “Eso solo detiene el agua, no lo arreglaste y así no puedo vivir.”
Yo: ¿Y si usamos el otro baño?
MCh: “¿Estás loco? No lo puedes dejar así, es el que más uso.”
Yo: Pero lo usas para peinarte, pintarte y bañarte. El escusado casi es mío nada más.
MCh: “Menso. Arréglalo o háblale a alguien para que lo arregle.”
Yo: A ver, pásame el teléfono de Mauricio (mi cuate y retebuen arquitecto solucionador de estos problemas).
MCh: “¿Mauricio? Te paso su teléfono, pero no se burlen ni de Nicté, ni de mí. Ya los conozco.”
Yo: Nunca nos burlamos, solo compartimos nuestros sufrires.
Mi Chiquita me deja hablando solo y después de un rato llega el Arqui.
Lo
primero que comentamos es lo maltratados e incomprendidos que somos en nuestros
hogares así como lo pacientes y considerados que hemos sido durante nuestros
matrimonios, cada uno con su respectiva.
Como
Mi Chiquita ya escuchó, que se mete a la conversación: “Ya no nos estén
viboreando y pónganse a arreglar mi
baño” (Ya se apropió hasta mi escusado.)
Mientras
visitamos al escusado-fuente para verificar el daño, Mi Chiquita aprovecha que
Mauricio anda por ahí y le pide otros arreglitos en la casa, de los cuales el culpable
soy yo.
“Ya
sabes, tu amigote no cambia ni un foco, están fundidos los de la escalera.”
Mauricio
va tomando nota.“Hay que cambiar la llave del fregadero porqué gotea, también necesito un filtro de agua, porque ya no quiero cargar los botellones. Ya que estás aquí, también quiero que le amplíes una regadera al baño del Oso porqué es un pleito entre hermanos que se quieren bañar al mismo tiempo y el otro es de La Cachorra.”
Así le pide como 27 arreglitos, que serán cotizados y muy probablemente realizados.
El
Arqui, antes de retirarse con todos esos pendientes, se avienta la puntada de comentarle
a Mi Chiquita que estaría padrísimo ampliar la casa. El méndigo, me la deja
acelerada y con mucha$$$ alternativas$$$ para la ampliación, cuando la idea era
que me cotizara, a mí, esa posible modificación.
Al día siguiente y con
presupuesto en mano, (Me duró en la mano como 2 segundos) me lo arrebata Mi
Chiquita y lo aprueba. El Arqui, como profesional muy experimentado, ya trae a los muchachos para que empiecen y antes
de que yo pueda opinar, ya me están saludando varios trabajadores muy
sonrientes y dispuestos a reparar todo lo que encuentren en mal estado.
Pasamos
unos días con una bola de trabajadores en casa y quedan reparados todos los
daños. En esos días, los muchachos me
compartieron unos tacos de canasta, tamales verdes con atole y una torta de
huevo con frijoles que no tuvieron abuela, además de que cocinamos unas
costillas en tapa de bote de pintura y con el mechero de soldadura.
De
la cuenta ni para que les platico. Valió la pena y la casa quedó de rechupete.
Siempre
hay un negrito en el arroz.
A
los dos días de haberse retirado el ejército arreglador del Arqui, falla el
baño de mi oficina, se me hace que el de Mi Chiquita lo contagió y tiene fuga. Ya le cerré a la llave de paso, pero niguas que le aviso a Mi Chiquita, no sea que quiera ponerle una tina de hidromasaje o hacerlo de 2 pisos.
Ya me
agencié una cubeta azul, que lleno del fregadero que sí quedó sin fuga y con
ella soluciono la bronca.
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
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