Es fría, muy calculadora, no tiene
piedad y nunca nos deja tranquilos. Aliada de cuanto doctor exista, la báscula
nos hace temblar a todos.
Aparato de mala leche, nunca te da el resultado que crees merecer, siempre está sobradita y ni siquiera te sonríe.
Uno sufriendo hambres y cansancio
físico, para que la desgraciada te indique que pesas 17 gramos menos que la
semana anterior. Si te comiste una tortilla de más, la susodicha báscula te la
recuerda con 120 g extra a lo pesado antes. Este fenómeno me intriga, subes 120
g y la tortilla completa no pesa ni 50 ¿Cómo va a ser?
Te hace llorar más que una película
de perritos abandonados frente al Metrobus en pleno Insurgentes. Sufres más al
verla, que cuando te encuentras a un@ ex con un@ compañer@ de muy buen ver.
Constantemente te humilla dejándote semidesnud@ ante ella.
¿Por qué la mantenemos en el hogar? Además cerquita del espejo, que luego se confabula con ella para hacerte llorar…. No es de personas sanas del coco, tener artículos que nos hagan sentir tan mal.
En mis enfrentamientos con estos
aparatos del terror, casi siempre salgo mal parado. Normalmente no le hago caso
en mi casa, a menos que ya venga la cita con mi Doc.
Una semana antes la desempolvo y la
pongo junto al espejo (ven como soy medio masoquista) y me paro en ella todos
los días, para verificar que no bajo ni un gramito. Trato de hacerle chanchullo
y me peso antes de desayunar y después de hacer pipí, lo intento a media noche
a ver si ya se le olvidó que me receté tres quesadillas de queso con chorizo,
me paro de puntitas para ver si hago menos presión pero nada de esto sirve. La
méndiga lo tiene grabado en su memoria malévola y me lo recuerda cada vez que
nos encontramos.
Mi báscula, tiene aliadas en varios
lugares, la más mala conmigo es la que vive en el consultorio de mi Doc. Es una
grandota de esas que además de pesarte, te miden y te dicen cuanta manteca
acumulaste desde la última vez que te subiste en ella. ¡¡La odio!!
También he tratado de hacerle trampa:
Me quito hasta la cadenita alrededor de mi cuello, salen zapatos, calcetines,
camisa, pantalones y me sacudo para quitarme el exceso de polvo y ácaros. Solo
quedamos mi trusa y yo porque tampoco es cosa de ser exhibicionista. Pues ni
así logro vencerla.
He visto a grandes hombres llorar
ante ella. Mujeres que dirigen empresas con puño de hierro, se rinden y sufren ante
sus poderes. Grandes personajes viven aterrados ante los posibles encuentros
cercanos con uno de estos aparatos.
AAAAAHHH pero a veces, se apiadan de
sus dueños y les indican que ya lograron deshacerse de varios kilitos….. así
hasta siento que la quiero.
De todas formas, mi báscula y yo, muy
educadamente nos evitamos en lo posible hasta que la cita con el Doc nos vuelva
a reunir.
Que se quede polvosa debajo de mi
buró y mientras, uso una cinta métrica que me puedo apretar alrededor de la
panza.¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
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