¿Qué, no podríamos decir?:
¡Disfruta!¡Come rico¡
¡Atáscate que hay lodo!
¡Empieza a zampar!
¡Órale, a comer!
O simplemente callar y empezar con la devorada……
Cuando me dicen “provechito”, me
imagino que todos los manjares en la mesa se van a aprovechar y se alojarán en
mi cuasidelgadamediogorda anatomía sin poder deshacerme de ellos nunca más.
Siento también que me dicen "provechito"
como amenaza porqué no voy a volver a probar las viandas en cuestión y me están
dando esa única oportunidad.
Me brincan a la mente, recuerdos
infantiles en los que mi madre nos indicaba, que no había que probar nada,
hasta que el anfitrión dijera “Buen Provecho” o el más coloquial “provechito” y
tú ya estabas con la tripa crujiente y las manos lavadas, mientras el susodicho
anfitrión platicaba con los grandes y nada que pronunciaba las palabras mágicas
para empezar a comer.
Hay quienes bendicen la mesa…. Eso me
parece correcto y te da tiempo de olfatear lo que hay y generar más hambrita,
además no toma muchos minutos.
No hay que ser mulas con los
invitados…… no los hagan esperar con su plato lleno frente a ellos, con todos
los aromas, colores y texturas del comidón en la mesa excitando sus sentidos y
seguro ya con hambre.
Permitan que se arranquen a cuchillazos,
cucharazos y tenedorzasos o a mano limpia, contra las delicias en sus platos
sin previo aviso. No permitirlo es muy dictatorial.
Yo propongo una nueva técnica para
empezar a comer, una vez sentado, agarra lo que puedas y empieza a masticar, si
no hay nada servido todavía, pues éntrale al pan, botana, quesito o lo que haya
de acompañantes del banquete. Si esperas
instrucciones de inicio de actividades alimenticias, se puede enfriar o
entibiar si el platillo se sirve frío.
Ustedes empiecen, a los anfitriones
nos gusta que lo que ofrecemos sea devorado, sea disfrutado y sea compartido.
Porfis, si es que me invitan, no me
tachen de maleducado por nos esperar ese cruel “provechito”.
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
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