Todo por un exceso de cubas servidas
campechanas (mitad blanco y mitad añejo), al Profesor se le pasaron las
cucharadas, como todavía quiero mantenerlo vivo, no lo dejé marcharse a su
casa.
Lo acomodé con una cobijita de ositos
en un sillón de la sala y le dejé un vaso de agua cerca, por eso de la sed
nocturna. Eran como las 5 de la mañana y todos fuimos a buscar los brazos de
Morfeo.
A eso de las 8 de la mañana, se
escucha a lo lejos….. “Lleveeee sus ricooooos y deliciosoooos tamaleeees
oaxaqueeñooos”.
El Profesor, que no había cenado por
tener la panza llena de cubas, se despierta y grita: “¡Tamales!, vamos por
unos”.
Acá su Conocedor, recién despertado y muy
alterado por los gritos, sale corriendo de su cama en pijama (mi pijama consta
de una trusa blanca con dos líneas azules en el resorte) y corre alrededor del
Profesor que está corriendo a mi alrededor al mismo tiempo. (Hagan de cuenta
dos Bey Blades, se los dejo de tarea) Cabe aclarar que él también traía una pijama muy semejante a la mía.
Ambos corremos como huyendo del
temblor (que ni sirve para nada, pero como reconforta) hacia la calle. Ya en la
calle, me doy cuenta que no me puse mis chanclitas, porque el pavimento me
tortura cual Cortés a Cuauhtémoc.
Continúa la corretiza, pero ahora al
tamalero, que al voltear a vernos, decide intentar huir al ver a 2 orates
semidesnudos correteándolo y gritándole. Gracias a que la calle es de subidita y el tamalero trae una bici de esas de carga y llena de botes de tamales, logramos alcanzarlo. Por poco huye aterrorizado y abandona la bici con todo y tamales.
Ya los tres relajados, iniciamos la
negociación:
-- ¿De qué tienes?-- “Pues oaxaqueños: verdes, rojos y de rajas”
-- El Profesor hace su elección: “2 verdes y 2 de rajas y…. pues 2 rojos también”
-- Yo hago la mía: Igual que este.
-- ¿Cuánto es?
Ahí notamos un gran problema: en nuestras pijamas, no hay bolsa alguna para traer la cartera.
El Profesor que es muy buen negociador
y con la bolsa de tamales en las manos, le solicita al tamalero regresar a la
puerta de la casa para ir por la lana y liquidar nuestro próximo consumo o no
le pagamos.
El pobre tamalero que ya le había pedaleado
como 30 metros de subida nos observa con cara de “estos están locos, yo no
vuelvo a subir esta calle, pero de que les cobro, ¡les cobro!”.
Total, el tamalero recorrió de regreso
y de bajada la calle para recolectar el fruto de su venta. Yo pagué, porqué el
Profesor no recordaba dónde estaba su cartera y menos su pantalón, además de
que ya estaba sentado en la mesa comiéndose su primer tamal.
Si tienen un amigo como El Profesor, prevean
cualquier posible emergencia nocturna o de madrugada.
Siempre usen pijama con bolsa y tengan
la cartera a la mano.
¡Vive! ¡Disfruta! ¡Comparte!
PD. Como no me pelan
ni sábado ni domingo, nos leemos el lunes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario